El vacío existencial

Hoy en día, muchas personas mueren por falta de sentido en la vida o por un profundo vacío existencial. No se trata de una patología oficialmente reconocida en los manuales clínicos, ni suele recibir demasiada atención en los consultorios, pero es un estado del alma y de la mente que afecta a un número creciente de personas, dejando un vacío muy grande y difícil de nombrar.

Caracterizado por:

Depresión, tristeza, melancolía, enojo, agresividad, falta de control de impulsos, búsqueda de placeres y adicciones son síntomas, pero no las causas. En casos más graves, estos estados pueden derivar en trastornos, psicosis o neurosis. Las personas afectadas sienten que nada las llena, que nada las satisface; caen en una espiral de sinsentido.

En su mayoría, son personas que ven el mundo de manera distinta, con una tendencia a buscar las causas últimas de las cosas. El psiquiatra Viktor Frankl afirmaba que este vacío existencial es la raíz profunda de muchos trastornos mentales. Las personas con temperamento melancólico son especialmente propensas a estos estados.

De casi todas las cosas sabemos su origen, su naturaleza, su finalidad y su fin. Por ejemplo, el celular o la computadora que estás usando ahora fue fabricado en una empresa, su naturaleza es una combinación de metales, plásticos y químicos, su finalidad es comunicar y su fin será una recicladora.

¿Y tú? ¿Cuál es tu finalidad?

¿Cuál es la razón más profunda de que tú existas? ¿Hacia dónde va tu vida?, ¿a dónde se dirige?, ¿para qué trabajas y mueres?

Muchas veces faltan finalidades claras en nuestra vida. Vivimos en piloto automático, siguiendo la corriente de las masas. El ruido del mundo, la televisión, el consumismo y el ritmo acelerado de las ciudades nos nublan, nos ciegan, y no nos permiten pensar más allá de “la cajita”, como dice el dicho.

A veces sí tenemos finalidades, pero no son las correctas. Si el celular, que fue creado para comunicar, lo uso para arar la tierra o para pintar paredes, seguramente se rompa en pocos minutos.

Nuestra vida también se rompe cuando no tenemos clara la finalidad para la que fuimos creados, y vivimos sin orientarnos a ella. Gastamos nuestro tiempo, energía y dinero en pasiones como el deporte, los viajes o las comidas. Nos consagramos por completo a cosas mundanas y efímeras, que un día terminan… y cuando eso ocurre, nos invade la tristeza. O peor aún: cuando algo se usa para un fin distinto al que fue creado, se termina dañando.

Así como buscamos mejorar cada día casi sin pensarlo, en nuestro corazón está inscrita una finalidad más profunda: buscar a Dios, amarlo y servirlo. Y esto ha sido así en todos los tiempos. Por ejemplo, los faraones eran enterrados con esclavos y oro, creyendo que revivirían en la otra vida con todo aquello que habían acumulado.

El ser humano quiere trascender. Incluso sin saberlo, la gente busca a Dios.

El sentido es una realidad: es el significado y la orientación. Es lo que da coherencia y razón a la vida, y por ello, felicidad. Las respuestas que encontramos sobre nuestro sentido nos llenan de paz y tranquilidad; en cambio, cuando esas respuestas faltan, nos sumergimos en la angustia, la intranquilidad y el vacío.

No elegimos nacer, pero sí nos toca elegir cómo vivir. La vida que Dios nos regaló no se nos dio completamente realizada, sino con el 99 % pronta, y a nosotros nos corresponde hacer el 1 % restante. Por eso, somos responsables de la vida que construimos, porque nos tocó vivir y decidir.

Quien ha pensado y elegido un rumbo para su vida, ha decidido vivir en función de ciertos valores y de un significado determinado. En definitiva, la vida también necesita razones para ser vivida.

«No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé». Juan 15:16

Otro caso puede ser la diferencia entre las expectativas o lo que tenía pensado que iba a ocurrir en la vida y la realidad. Este choque frontal deja como resultado muchas frustraciones y sinsabores, pero se debe discernir de manera que no es lo mismo una frustración por el resultado de no colmar nuestras expectativas que un vacío existencial. Son dos problemas diferentes que se atacan de diferente manera. El vacío lo llena Dios y no hay otra solución.

Se puede observar en la vida de los santos que tal vez no era lo que esperaban, tanto sufrimiento, tanto martirio y persecución, pero igualmente eran felices y plenos. En cambio, las frustraciones con tiempo, terapia, evaluando el pasado, perdonando y reparando se solucionan. En estas cosas vemos lo importante de una psicología con bases de fe.

Por otro lado, algunas terapias recomiendan «conectar con el otro» y «con la sociedad», tener más vínculos afectivos, como intentando reparar el síntoma y no la causa. Otros hablan de la conciencia social y los valores, la actitud reflexiva y responsable, y todas esas cosas son muy lindas, pero no suplantan el encuentro con Dios.

Pero, ¿el sentido lo damos o lo recibimos?

Esta es la pregunta del millón: observemos que el sentido tiene mucho que ver con la vocación y no con una copia o con colmar expectativas ajenas. San Ignacio de Loyola, por las historias que leía, buscaba ser santo como los otros santos. Pero el Niño Jesús se le aparece y le dice que no quiere otro San Francisco, sino un San Ignacio. La vocación es un llamado a la realización y esto conlleva felicidad. La vocación siempre es un llamado de Dios, no un invento personal; es un llamado a vivir en comunión con Dios y que se plenifica en la muerte.

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». (Romanos 8:28)

El llamado no es un capricho de Dios, como muchas personas piensan, ni el favor que tenemos que hacerle porque nos creó. Si pensamos así, estamos muy lejos de la verdad, ya que el llamado es la guía para planificar eso que ya tengo guardado en el corazón desde que nací. La vocación viene inscrita desde el primer momento; no es un invento ni una improvisación de Dios.

En otros casos, el sentido se construye, lo fabricamos dependiendo de muchas circunstancias. Esto puede ayudar a vivir mejor, pero también puede llevarnos a quedar atrapados en una construcción subjetiva y solitaria, una ilusión creada por nosotros mismos sin saber si realmente hay o no un sentido, una finalidad real. El sentido de la vida no se reduce a una construcción psicológica, sino que debe apoyarse en certezas.

Un ejemplo de esto es ver cómo muchas personas dieron toda su vida a un negocio, y el día que se jubilan les queda un gran vacío, o temen jubilarse por soltar eso a lo que dedicaron tanto esfuerzo. Pero Dios es eterno, está ayer, hoy y mañana, siempre. Dios, al final de cuentas, termina siendo verdaderamente la roca firme.

El deber-ser.

El llamado no es un capricho de Dios, como muchas personas piensan, ni el favor que debemos hacerle porque nos creó. Si pensamos así, estamos muy lejos de la verdad, ya que el llamado es la guía para planificar eso que ya tenemos guardado en el corazón desde que nacimos. La vocación viene inscrita desde el primer momento; no es un invento ni una improvisación de Dios.

En otros casos, el sentido se construye, lo fabricamos dependiendo de muchas circunstancias. Esto puede ayudar a vivir mejor, pero también podemos quedar atrapados en una construcción subjetiva y solitaria, una ilusión creada por nosotros mismos, sin saber si realmente hay o no un sentido, una finalidad real. La vida no se reduce a una construcción psicológica, sino que debe apoyarse en certezas.

Un ejemplo de esto es cómo muchas personas dieron toda su vida a un negocio y, el día que se jubilan, sienten un gran vacío o temen jubilarse por tener que soltar eso a lo que dedicaron tanto esfuerzo. Pero Dios es eterno, está ayer, hoy y mañana, siempre. Dios, al final de cuentas, termina siendo verdaderamente la roca firme.

Siento vacío existencial, ¿qué hago?

El mayor consejo que puedes encontrar aquí es lo que le dijo Jesús a Santa Catalina de Siena: «Catalina, conócete en Mí». ¿Qué quiere decir esto? En Dios es cuando encontramos sentido, cuando nos completamos, cuando descubrimos el sabor de la vida, y Él nos da a conocer la finalidad, el porqué de nuestra vida, las razones más profundas de nuestra existencia.

¿Dónde lo busco? Siempre son recomendables los sacramentos, como la confesión y la comunión, pero realmente es el Espíritu quien nos guía. Por nuestra parte, debemos ser dóciles y hacer el esfuerzo de voluntad para intentar conectar con Dios.

El vacío existencial solo se soluciona con Dios. Los fármacos y las terapias pueden atenuar o postergar un problema, pero tarde o temprano salta por otro lado. En definitiva, la falta de finalidad es un tema profundamente espiritual, que solo encuentra plenitud en la fe y en Dios.

En algunos casos, gracias a una buena educación y formación, podemos acercarnos a una finalidad de forma terrenal, pero incompleta. Es decir, podemos encontrar una vida que nos haga vibrar y ser felices, pero sin Dios, esa felicidad está limitada.

Por el contrario, en situaciones donde no hubo buena formación ni educación, quizás no se encuentre plenitud ni siquiera en lo terrenal. Pero aun así se puede dar un paso de fe y comprender que, con solo tener a Dios, se siente como si no necesitáramos nada más.

Esto no es una excusa para no hacer nada más, es decir, no se trata de buscar solo a Dios y descuidar nuestra vida terrena. Porque Dios nos dio una vida con responsabilidades y finalidades, y no cumplir con ellas también es fallar contra Él.

«Yo tengo todo lo que necesito; estoy siempre a tu lado, me llevas de la mano derecha. Tú me guías y me das consejo, y después me llevarás con honor. ¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, no quiero nada más en la tierra. Puede que mi mente y mi cuerpo se destruyan, pero tengo a Dios, que es la roca que amo; él es todo lo que necesito en mi vida. Dios mío, los que se apartan de tu lado se perderán; tú destruirás a quien no te sea fiel. En cambio, yo he permanecido cerca de Dios y eso es bueno para mí. He puesto mi confianza en el Señor Dios; les contaré a todos lo que has hecho.» Salmo 73: 23-28

En la vocación, por supuesto que se puede elegir; siempre somos libres. Pero la verdadera realización la encontraremos por el camino ya pensado por Dios. Obviamente, si nos desviamos, es como el GPS, que vuelve a indicarnos una nueva ruta para llegar a ese mismo fin.

«Yo tengo todo lo que necesito; estoy siempre a tu lado, me llevas de la mano derecha. Tú me guías y me das consejo, y después me llevarás con honor. ¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, no quiero nada más en la tierra. Puede que mi mente y mi cuerpo se destruyan, pero tengo a Dios, que es la roca que amo; él es todo lo que necesito en mi vida. Dios mío, los que se apartan de tu lado se perderán; tú destruirás a quien no te sea fiel. En cambio, yo he permanecido cerca de Dios y eso es bueno para mí. He puesto mi confianza en el Señor Dios; les contaré a todos lo que has hecho.» Salmo 73: 23-28

En la vocación, por supuesto, que se puede elegir, siempre somos libres, pero la verdadera realización la encontraremos por el camino ya pensado por Dios. Obviamente, si nos desviamos, sería como el GPS, que nos vuelve a indicar una ruta nueva para llegar a ese mismo fin. 

“El ser humano no es una cosa más entre otras cosas,
las cosas se determinan unas a las otras; pero el
hombre, en última instancia, es su propio
determinante. Lo que llegue a ser dentro
de los límites de sus facultades y de
su entorno lo tiene que hacer
por sí mismo”.

– Viktor Frankl-

Por último, termino con una reflexión bíblica, en la que observamos cómo Juan el Bautista tenía a sus discípulos que le acompañaban. Pero al ver a Jesús, inmediatamente comunica diciendo: «Este es el Cordero de Dios» (Jn 1,36). Para los discípulos de Juan, Jesús era un desconocido, pero algo se despierta en ellos y abandonan a su profeta y maestro para seguir a Jesús. No saben a dónde van, solo lo siguen, y mientras caminan, Jesús rompe el silencio y les hace una pregunta difícil: «¿Qué buscan?» (Jn 1,38).

Esto es clave para nuestra vida: preguntarnos, ¿qué buscamos cuando orientamos nuestra vida en dirección a Jesús? Los discípulos responden: «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1,38). Ellos no buscan nuevas doctrinas, más datos o tener más clarividencia, sino que buscan un encuentro personal, un modo diferente de vivir.

Jesús responde: «Vengan y lo verán»(Jn 1:39)

Bibliografía

Catecismo de la Iglesia Católica. 1992. Catecismo de la Iglesia Católica. Disponible en: https://www.vatican.va, especialmente el párrafo 362.

La Biblia. Versión oficial de la Santa Sede. Disponible en: https://www.vatican.va.

Lazos de Amor Mariano. 2000. Totus Tuus.

Tamayo, W. 2011. “Conocimiento de sí mismo, lección #13.” YouTube, 16 de noviembre. https://www.youtube.com/watch?v=oG05wx5CF9k.

Imagen gracias a Amos Bar-Zeev en Unsplash

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Beato Monseñor Jacinto Vera. Primer Obispo del Uruguay y un gran santo de la Iglesia Católica Uruguaya.

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