El colérico siente y se entusiasma por lo grande, no busca lo ordinario, sino que aspira a lo grandioso y sobresaliente, “navega mar adentro”. Tiende a lo alto, sea en las cosas temporales, ambicionando una fortuna grande, un comercio muy extenso, una casa magnífica, un nombre prestigioso, un puesto destacado, o sea en las cosas de su alma, sintiendo en sí un vehemente deseo de santificarse, de hacer grandes sacrificios por Dios y por el prójimo y de salvar muchas almas para la eternidad. Santos con este temperamento: San Francisco de Sales, San Pablo, San Ignacio de Loyola, San Jerónimo
Recomendamos la lectura sobre «Los temperamentos. ¿Qué son?», para continuar. Además, recomendamos la entrada ¿Cuál es mi temperamento?, para realizar el TEST. Esta entrada se realizó según Conrado Hock en su libro «los cuatro temperamentos» con comentarios agregados.
Distintivo del colérico, así del bueno como del malo.
La virtud innata del colérico es la generosidad, que desprecia lo bajo y vil y suspira por lo noble, grande y heroico. Otra virtud inmediata es la magnanimidad.
En estas sus aspiraciones a lo grande le apoyan:
- Un entendimiento agudo. Las más de las veces, si bien no siempre, el colérico es un buen talento; es un hombre intelectual, al paso que su fantasía y especialmente su vida interior no se hallan desarrolladas, sino que han quedado un tanto raquíticas.
- Una voluntad fuerte. Que no se amilana ante las dificultades, sino, por el contrario, emplea toda su vitalidad, y persevera a costa de grandes sacrificios hasta llegar a su meta. No conoce lo que es pusilanimidad y desaliento.
- Un gran apasionamiento. El colérico es el hombre de las grandes pasiones; rebosa de violento apasionamiento máxime cuando encuentra resistencia o persigue sus altos proyectos.
Un instinto a menudo inconsciente de dominar y sujetar a los demás. El colérico ha nacido para mandar; está en su elemento, cuando puede ordenar y organizar las grandes masas del pueblo.
Su ira siempre es hacia adelante. Por eso es fundamental saber si una persona es colérica, porque si uno aprieta al colérico con una amenaza, se encuentra que el colérico avanza.
La imprudencia es para el colérico un obstáculo sumamente peligroso en su aspiración hacia lo grande. Él es al punto absorbido por lo que una vez ha deseado y se lanza apasionada y ciegamente hacia la meta concebida, sin reflexionar, siquiera, si el camino adoptado realmente conduce al fin. Ve este único camino elegido en un momento de pasión y de poca reflexión, sin darse cuenta de que por, otro camino pudiera llegar a su fin con mucha más facilidad y seguridad. Encontrándose ante grandes obstáculos en un camino errado, puede, cegado por la soberbia, resolverse con dificultad a desandar lo andado, y prueba aún lo imposible por conseguir su fin.
Es como el perro que traba la mandíbula y que la tiene por genética. Son hombres y mujeres de grandes pasiones y cuanto más resistencia encuentra en algo, más persigue su objetivo. Hay un dicho que dice “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, el colérico es al revés, hace hoy lo que debe hacer mañana.
Llega, por decirlo así, a perforar la pared con la cabeza, teniendo al lado una puerta que le franquea la entrada. De este modo, malgasta sus energías, se ve alejado poco a poco de sus mejores amigos y acaba por estar aislado y mal visto en todas partes. Después de echarse a perder sus más bellos éxitos, todavía niega que él mismo sea la causa principal de sus fracasos. Esta imprudencia en la elección de medios la pone de manifiesto también en sus aspiraciones a la perfección, de modo que a pesar de todos sus grandes esfuerzos, no llegará a la perfección. El colérico puede prevenir este peligro, sometiéndose dócil y humildemente a las normas del director espiritual.
Análisis psicológico:
La esencia del temperamento colérico, por las influencias que recibe, se excita de inmediato y con vehemencia. La reacción sigue al instante. La impresión queda en el alma por mucho tiempo. La expresión de sus ojos resulta firme, enérgica y ardiente.
Cualidades buenas del colérico
Cuando el colérico pone su vitalidad característica al servicio del bien, llega a ser un instrumento sumamente apto para la gloria de Dios y la salvación de las almas, redundando todo ello en su propio aprovechamiento espiritual y temporal. A todo ello contribuye sobremanera la agudeza de su entendimiento, su aspiración a lo noble y grande, el vigor y decisión de su varonil voluntad y esa maravillosa amplitud y claridad de miras con que concibe sus pensamientos y proyectos.
El colérico tiene una enorme fuerza de voluntad, pero no entiende como el otro sufre, porque sus mismos sufrimientos los pasan por arriba y piensa que todos son así o que se debe pasar el dolor de esa manera. El colérico es como el rey David que dice “¿quién es este filisteo incircunciso para insultar las tropas del Dios vivo?” y avanza con una piedra. Le da asco o desprecia que los demás no tengan esta actitud.
Con relativa facilidad puede llegar el colérico a la santidad. Los santos canonizados por la iglesia, son, en su gran mayoría, coléricos o melancólicos. Un colérico sólidamente formado no siente mayores dificultades para mantenerse recogido en la oración; pues con la energía de su voluntad desecha fácilmente las distracciones; y ello se explica ante todo tomando en cuenta que por naturaleza sabe reconcentrar con gran prontitud e intensidad toda su atención en un determinado asunto y esta es probablemente también la razón por la cual los coléricos llegan tan fácilmente a la contemplación, o, como la llama Santa Teresa, a la oración de la quietud. En ningún otro temperamento podrá hallarse la contemplación propiamente dicha con tanta frecuencia como en el colérico.
El colérico bien desarrollado, es muy paciente y fuerte en sobrellevar dolores corporales, sacrificado en los sufrimientos, constante en penitencias y mortificaciones interiores, magnánimo y noble para con los menesterosos y débiles, lleno de repugnancia contra todo lo vil y bajo. Y aunque la soberbia penetre el alma del colérico, por decirlo así, en todas sus fibras hasta las últimas ramificaciones, de modo que parezca no tener otra pasión más que la soberbia, sabe no obstante sobrellevar y aún buscar voluntariamente las más vergonzosas humillaciones, si seriamente aspira a la perfección. Por su naturaleza insensible y dura tiene pocas tentaciones de concupiscencia y con gran facilidad puede llevar una vida casta. Sin embargo, entregándose el colérico voluntariamente al vicio de la impureza y buscando en él su satisfacción, resultan atroces y horrendas en él las erupciones de esta pasión.
El colérico logra hacer grandes cosas también en su labor profesional. Por ser su temperamento activo, se siente incitado continuamente a la actividad y al trabajo. No puede estar desocupado y sus trabajos los hace con rapidez y aplicación; todo le va muy bien. Tienen que hacer un ejercicio de la voluntad para dejar de trabajar. Nunca puede estar desocupado ni debe estar desocupado. Siempre ocupado en cosas lícitas.
En sus empresas es persistente y no se amedrenta ante dificultades. Puede colocárselo sin cuidado en puestos difíciles y confiársele grandes cosas. En el hablar el colérico es breve y conciso; ni es amigo de inútiles repeticiones. Esa forma breve, concisa y firme en su hablar y presentarse da a los coléricos, que trabajan en la educación, mucha autoridad. Las educadoras coléricas tienen algo de varonil y no dan a sus alumnos el brazo a torcer como les pasa muchas veces a las melancólicas indecisas. Los coléricos además saben callarse como un sepulcro.
Hay una anécdota del Padre Javier Olivera Ravassi en el cual fue a ver a una persona que estaba con cáncer y cuando le preguntó ¿cómo estás? Él respondió: aquí ando, agonizando. Este es el colérico clásico.
Cualidades malas del colérico
A. Orgullo: que se manifiesta sobre todo en los siguientes puntos:
- El colérico es muy pagado de sí mismo
- Al colérico hay que decirle que no es capaz de hacer algo para que vaya a hacerlo.
- Tiene en alta estima sus cualidades personales y sus éxitos y se tiene por algo excepcional y llamado a altos destinos. Hasta sus mismas faltas, por ejemplo, su orgullo testarudez y cólera, las considera como justificables y aún dignas de toda aprobación. El colérico se parece a una herejía famosa en la iglesia en los primeros siglos de los pelagianos. Todo a fuerza de ellos mismos, un voluntarismo enorme y no se da cuenta de que hay que mirar hacia el cielo y pedir la gracia.
- El colérico es muy caprichoso, ergotista. Cree tener siempre razón, quiere tener la última palabra, no sufre contradicción y no quiere ceder en nada.
- El colérico se fía mucho de sí mismo. Es decir, de su ciencia y facultades. Rechaza la ayuda ajena, gusta hacer solo los trabajos, ya por creerse más apto que los demás en la plena seguridad de su propia suficiencia para llevar a feliz término la obra emprendida. Difícilmente se convence de que aun en cosas de pequeña monta requiere el auxilio divino; por la cual, no es de su agrado impetrar la gracia de Dios y quisiera con sus propias fuerzas resistir victoriosamente a grandes tentaciones. Por esta presunción, en la vida espiritual cae el colérico en muchos y graves pecados y es esta también la causa por qué tantos coléricos, a pesar de sus grandes sacrificios, no llegan nunca a hacerse santos. En él radica una buena parte del orgullo de Lucifer. Se conduce, como si la perfección y el cielo no debieran atribuirse en primer lugar a la gracia divina, sino a sus personales esfuerzos.
- El colérico desprecia a su prójimo. A los demás los tiene por tontos débiles, torpes y lerdos, por lo menos en comparación suya. Este menosprecio por el prójimo la pone de manifiesto en sus palabras despreciativas, burlonas e inconsideradas y en su proceder altanero con los que le rodean, sobre todo con sus súbditos. No comprende la tristeza del ser querido, no comprende que otros no trabajen lo mismo que él o que se esmeren lo mismo que él. El colérico avanza, si hay alguien en el camino lo lleva por delante
- El colérico es ambicioso y mandón. Siempre quiere figurar en primer término, ser aplaudido y suplantar a los demás. Su ambición le hace empequeñecer, combatir, y perseguir a aquellos que se le cruzan en el camino, y esto no raras veces con medios poco nobles.
- El colérico se siente hondamente herido cuando es avergonzado y humillado. No sin mal humor recuerda sus pecados, pues le obligan a tenerse en menos y no pocas veces llega hasta desafiar a Dios. No hay nadie que pueda herir tan dolorosamente a un colérico con las palabras de recriminación por su soberbia. Por eso, en la educación de un colérico se debe evitar las humillaciones para que no se agrie y explicarle las cosas con mucha claridad.
Cuentan la historia cómica del colérico San Ignacio de Loyola, que cuando apenas se convirtió, un Musulmán habló muy mal de la Virgen María. San Ignacio se propuso que si su caballo iba por el mismo lado que el del Musulmán, le cortaba la cabeza por haber dicho ese agravio a la Virgen. Así era el recién convertido y colérico San Ignacio.
El colérico se excita profundamente
El colérico se excita profundamente por la contradicción, resistencia u ofensas personales. Este estado de ánimo se exterioriza por palabras duras, que si bien pronunciadas en forma cortes y correcta, hieren, no obstante hondamente, por el tono en que las profiere.
No hay nadie que pueda herir tan dolorosamente con menos palabras que un colérico. Pero lo más agravante es que el colérico, en la vehemencia de su ira, hace recriminaciones falsas y exageradas, y en su apasionamiento llega, a interpretar mal y tergiversar las mejores intenciones del que se cree ofendido, y estas falsamente supuestas ofensas, las reprocha con las expresiones más amargas. La injusticia con que trata a sus semejantes hace que se enfríen sus mejores amistades.
Su ira culmina no pocas veces en el paroxismo de la rabia y del furor; de aquí hay un solo paso al odio reconcentrado. Los grandes insultos jamás los olvida. El colérico en su ira y orgullo se deja llevar de acciones que él sabe muy bien que le serán perjudiciales, por ejemplo, a su salud, trabajo, fortuna; acciones por las cuales se verá obligado, no solo a abandonar su empleo, sino también a romper con viejas amistades. El colérico es capaz de abandonar proyectos acariciados durante largos años, solamente por no ceder a un capricho. Dice el P. Schram en su “Teol. mist.”, II. 66: “El colérico prefiere la muerte a la humillación”.
Hipocresía y disimulo.
La soberbia y terquedad conducen al colérico no pocas veces a medios tan ruines como el disimulo e hipocresía, pudiendo ser, por otra parte, muy noble y sincero por naturaleza. No queriendo confesar una debilidad o derrota, disimula. Al ver que sus proyectos no salen a pedir de boca, a pesar de su empeño, no le resta más que fingir y valerse de fraudes y mentiras. El P. Schram dice en otro lugar: “Si es castigado, no corrige sus vicios, antes bien, los oculta “.
Insensibilidad y dureza
El colérico es, ante todo, un hombre intelectual; tiene, por decirlo así, dos inteligencias, pero un solo corazón. Esta deficiencia en la vida sentimental le trae no pocas ventajas. No se apesadumbra al verse privado de consolaciones sensibles en medio de la oración y puede soportar por largo tiempo el estado de aridez espiritual. Es ajeno a sentimientos tiernos y afectuosos y aborrece las manifestaciones delicadas de amor y cariño que suelen nacer de las amistades particulares.
Tampoco una malentendida compasión es capaz de hacerle abandonar el camino del deber y de obligarle a renunciar a sus principios. Más esta frialdad de sentimientos tiene también sus grandes desventajas. El colérico puede permanecer indiferente e insensible frente al dolor ajeno y si su propio encumbramiento lo reclama, no vacila en pisotear despiadadamente la felicidad que otros disfrutan. Sería de desear que los superiores de índole colérica se examinaran diariamente, si no han sido tal vez duros y exigentes con sus súbditos, particularmente con los enfermizos, débiles de talento y remisos.
El colérico quisiera ser más afectuoso, pero tiene que hacer un esfuerzo para dar un abrazo, tiene que hacer un esfuerzo para decir un “te amo” o un abrazo a algún familiar o peor aún, pedir perdón.
De lo que el colérico tiene que observar particularmente en su propia educación
a. El colérico debe sacar grandes pensamientos de la palabra de Dios (meditación, lectura, sermón), o de la experiencia de su propia vida. Ellos han de arraigarse bien en su alma y entusiasmarle siempre de nuevo hacia el bien y las cosas de Dios. No hace falta que sean muchos esos pensamientos. Al colérico San Ignacio de Loyola, le bastaba el de: “Todo para la mayor gloria de Dios”; al colérico San Francisco Javier: “¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si con ello daña a su alma?” Un buen pensamiento, que cautiva al colérico, le servirá de norte y guía para conducirlo, a pesar de todas las dificultades a los pies de Jesucristo.
b. Un colérico debe aprender a pedir diariamente a Dios con constancia y humildad su ayuda divina. Mientras no haya aprendido esto, no adelantará mucho en el camino a la perfección. Pues también para el colérico vale la palabra de Cristo: “pedid y recibiréis” y si además se venciera para pedir un consejo y apoyo a su prójimo, aunque no fuera sino a su superior o confesor, adelantaría aún más. Así como su defecto dominante es el orgullo, hay que educarlo en la humildad, decirle desde pequeño y desde chico que todas las cosas buenas son al servicio de Dios y del prójimo.
c. Un colérico debe dejarse llevar en todo por este buen propósito: No quiero buscar nunca mi propia persona, sino he de considerarme siempre:
- Como instrumento de Dios que él puede usar a discreción
- Como siervo de mi prójimo, que diariamente se sacrifica por los demás. Debe obrar según la palabra de Cristo: “Quien entre vosotros quiera ser el primero, sea el siervo de todos”.
- Un colérico tiene que luchar continuamente contra el orgullo y la ira. El orgullo es su desgracia, la humildad su salvación.
- ¡Haz sobre este punto tu examen particular por muchos años!;
- ¡Humíllate por propia iniciativa ante los superiores, el prójimo y en la confesión!; Pide, por una parte, a Dios ya los que más de cerca te rodean, humillaciones, y por otra, acepta con generosidad las que te sobrevengan!
Vale más para un colérico ser humillado por otros que humillarse a sí mismo.
De lo que hay que observar en la educación de un colérico.
El colérico puede con sus facultades ser de grande utilidad a la familia, a los que le rodean, a la comunidad y al estado. Pues ha nacido para ser jefe e incansable organizador.
- El colérico bien educado va en pos de las almas extraviadas sin descanso ni respeto humano. Propaga con constancia la buena prensa y trabaja de buena gana a pesar de malos éxitos en el florecimiento de las asociaciones católicas, siendo así una bendición para la iglesia. Más, por otra parte, si el colérico no combate las malas cualidades de su temperamento, la ambición y la obstinación le podrán llevar al extremo de causar, como la pólvora, grandes estragos y confusión en las asociaciones públicas y privadas. Por lo cual, el colérico merece una esmerada educación, sin escatimar trabajos y sacrificios, ya que son grandes los bienes que ella aporta.
- Al colérico hay que perfeccionarlo bien en cuanto sea posible, a fin de que aprenda realmente algo, siendo sus aptitudes excelentes. De lo contrario, querrá él mismo perfeccionarse más tarde, descuidando su labor profesional o, la que es mucho peor, envaneciéndose sobremanera de sus habilidades, aunque en realidad no haya cultivado sus aptitudes, en rigor haya aprendido algo.
- Los coléricos, menos aprovechados de talento o con sus facultades poco desarrolladas (en las fuerzas de sus facultades), pueden llegar, una vez independientes o con el cargo del superior en las manos, a grandes desaciertos y amargar la vida, de los que les rodean, obstinándose en sus órdenes, aunque no entiendan mucho ni tengan claros conceptos de la que se trata. Tales coléricos obran a menudo según aquel famoso axioma: “Sic volo, sic jubeo; stat pro ratione voluntas”. Así la quiero, así la ordeno;, baste mi voluntad por razón.
2. Hay que inducir al colérico a que se deje educar voluntariamente, es decir, a que acepte voluntaria y alegremente todo lo que se le ordena para humillar su orgullo y refrenar su cólera. No se corregirá el colérico con un tratamiento duro y orgulloso, porque se encuentra una con una coraza indestructible, antes bien, se agriará y endurecerá más; en cambio, proponiéndole razones y motivos sobrenaturales se le podrá llevar fácilmente a la bueno. En la educación del colérico no hay que dejarse llevar por la ira diciendo: “A ver si llego a romper la terquedad de este hombre”. Al contrario, hay que quedarse tranquilo y esperar a que también se tranquilice el educando; luego, se le podrá hablar en estos términos: “Sea sensato y déjese conducir de manera que puedan subsanarse sus faltas y ennoblecerse lo bueno en usted”.
También en la educación del niño colérico lo principal será el sugerirle buenos pensamientos, ponerle ante los ojos su buena voluntad, su pundonor, su repugnancia a la bajo, insinuarle su felicidad temporal y eterna e inducirle a corregir bajo dirección del educador sus faltas y perfeccionar sus buenas cualidades, por iniciativa propia. No conviene agriar al niño colérico con castigos vergonzosos, sino que más bien hay que persuadirlo de la necesidad y justos motivos del castigo impuesto.
Hay que insinuarle y darle esa repugnancia por lo bajo, por lo vil diciéndole “No podés hacer lo mismo que hacen todos”, “esto es para la gente que no tiene valentía” o “esto es de mala gente”. El corazón de un colérico se inflama ante esto, no quiere ser igual que el resto, hay que hacerlo vibrar por las buenas cosas.
Ejemplo en el matrimonio:
“Mi esposo es hermético, no expresa sentimientos y es más lento que avalancha de globos”. Laura, la colérica. Laura y Gonzalo están casados hace once años. Ella es colérica y él es flemático. Cuando se conocieron, Gonzalo quedó deslumbrado por la energía de Laura. Estas cualidades en Laura han beneficiado mucho al hogar, ella tiene metas altas y siempre está trabajando con un proyecto para el avance de la familia. También es una fuente de motivación y de empuje para su amado esposo, quien ha completado algunas metas que sin ella no hubiera logrado.
Pero también existen las debilidades: Los coléricos tienden a tener una actitud arrolladora. A Gonzalo le incomoda lo imponente que es su esposa, ya que ella es de opinión firme y cuando dice algo, él sabe que no podrá hacerle cambiar si inflexible pensamiento. «Tengo que hacer lo que ella diga» comenta el tolerante esposo. Además, es un poco fría y bastante cortante cuando habla.
Un consejo para ambos:
Gonzalo, celebra las virtudes de tu esposa y permite que siga beneficiando el hogar. Laura, trata de ser consciente de que tiendes a ser acaparadora por cauda de tu temperamento. Dale espacio también a tu esposo para que lidere. Controla tus actitudes y palabra.
“Es mejor ser paciente que poderoso; mejor es dominarse a sí mismo que conquistar una ciudad”. Proverbios 16:32 ¿Serás capaz de pedirles perdón?
Psicopatología:
Por el temperamento, podemos decir que el Colérico puede tender a ciertas patologías por las propias virtudes y defectos que lleva en sí. Aunque es cierto que nadie está libre de cualquier patología, tener un temperamento colérico, que no es trabajado, ni educado, ni fomentado en sus buenas cualidades, lleva a ciertas disposiciones que luego se convierten en patologías.
Se debe guardar especial atención a la inclinación a la ira, el enojo, al marginarse de la sociedad por su mal carácter y por ende caer en la tristeza, asedia y depresión. Y así sucesivamente, como en una bola de nieve, dependiendo del contexto y la historia del sujeto, caer en otros problemas más graves. También se debe cuidar la adicción al trabajo o a los proyectos, dando más espacio a todo lo que tenga que ver con lo social. Claro está que hablar de una patología específica para un colérico es inviable, pero haciendo una lectura pausada y pensada sobre el temperamento, puede ayudar mucho a la salud mental.
Temperamento Colérico mixto:
El Temperamento Colérico – Sanguíneo
En él la excitación es instantánea, como asimismo la reacción; la impresión, en cambio, no es tan duradera como en el temperamento netamente colérico. La soberbia de este se mezcla con vanidad, su ira y terquedad se templan y moderan, su corazón se ablanda.
Resulta, por tanto, una mezcla muy feliz. El temperamento sanguíneo-colérico se parece al colérico-sanguíneo; con la sola diferencia de que aquí los distintivos del sanguíneo pasan a primer plano y los del colérico al segundo. La excitación y la reacción se siguen inmediatamente y con vehemencia, mientras que la impresión no se pierde tan pronto como en el temperamento puramente sanguíneo, si bien no va tan a fondo como en el colérico puro. Los defectos del sanguíneo, como su ligereza, superficialidad, distracción y locuacidad, están mejorados por la seriedad y firmeza del temperamento colérico.
Contarán con una gran cantidad de energía e inspiración para iniciar proyectos y finalizarlos. La creatividad y la sensibilidad del sanguíneo le darán flexibilidad, mientras que el temperamento dominante colérico le dará la tenacidad y perfección para acabarlo.
Sin embargo, esta combinación sin un trabajo de voluntad, sin lineamientos y formación forma una persona implacable, impaciente con los demás, puede tener faltas graves con su imprudencia. Así como tiene grandes habilidades, puede caer en grandes defectos.
El Temperamento Colérico – Melancólico y el Melancólico – Colérico
Aquí entran en unión dos temperamentos serios y apasionados: el orgullo, la terquedad y la ira del colérico con el carácter gruñón, rudo y taciturno del melancólico. El hombre provisto de semejante mezcla de temperamentos necesita mucho dominio sobre sí mismo, a fin de alcanzar la paz del alma y de no ser cargoso a los que viven o trabajan con él.
Se mezcla un temperamento meticuloso con uno estratégico. En el caso de ser colérico – melancólico, la tendencia del colérico a actuar de forma rápida e impetuosa, haciendo juicios rápidos y abarcadores, será moderado por el análisis y reflexión cuidadosa del melancólico. Se puede observar personas con gran atención a los detalles y con un fuerte sentido del orden y disciplina. Tanto el colérico – melancólico como el melancólico – colérico serán motivados por altos ideales y auto sacrificio.
En el caso de ser melancólico – colérico, las propias carencias del melancólico, como son la timidez, la lentitud, serán moderados por el colérico, logrando ser un poco más sistemática, metódica.
Se debe observar la tendencia de autocrítica excesiva, la crítica a otros, siendo desdeñoso o sentencioso a otros, siendo desconfiado y ensimismado, guardando las propias debilidades de cada temperamento que en este caso confluyen.
El Temperamento Colérico – Flemático
En fuentes de consulta las combinaciones colérico – flemático resultan poco frecuentes. Al ser dos temperamentos opuestos en cuanto a la impresión y la reacción, uno modera al otro, logrando una armonía más estable que el temperamento colérico – sanguíneo.
Es muy determinado, no tan emotivo, pero muy individualista, lo que tiene por ventaja no dejarse llevar por los demás, pero con la desventaja de anteponer su autonomía y sus intereses por encima de otros. Muy capaz, organizado, con objetivos claros, aunque terco, no reconociendo los errores, puede guardar rencor y amargura.
HOCK, Conrado. (2010) Los Cuatro Temperamentos. Su influencia en la formación y educación de la persona
Esta publicación se realiza gracias a los escritos de Conrado Hock, la lección del libro Totustuus de la comunidad Lazos de Amor Mariano y las charlas del padre Javier Olivera Ravasi.
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